1. Las parejas tienen una frecuencia sexual predeterminada
Falso. La frecuencia (baja, media, alta) no es igual en todas las parejas ni en los miembros de cada una. Toda persona tiene una estructura y dinámica sexual diferente y responde a deseos particulares. De modo que el compás de los encuentros varía según el tiempo y tipo de relación, de los estados emocionales y afectivos y del equilibrio de los roles (caso de mujeres que se atrincheran más en "soy mamá" que en "soy esposa, mujer"). Así que móviles para las disparidades sobran. Para considerar: no existe la "buena" o "mala" asiduidad, el sexo entre dos es un asunto de placer más que de estadísticas y competencias.
2. La disfunción eréctil traduce la pérdida de atracción por la pareja
Falso. La falta de erección (o la incapacidad de mantenerla) es la segunda patología sexual más frecuente en los varones después de la eyaculación precoz y tiene sus raíces en agentes psicológicos (miedo, estrés, angustia, depresión) y orgánicos (la diabetes es un ejemplo clásico). Cuando estas son las causas (y no el desamor que podría ocurrir) no significa entonces que haya aparecido el desinterés, sino que hay emociones perturbadoras o desajustes físicos que interfieren. Para evitar frustraciones es recomendable deshacerse de prejuicios y acudir a un sexólogo en búsqueda de un diagnóstico adecuado y un tratamiento farmacológico y terapéutico. "Debemos entender —recuerda Segnini— que los procesos genitales no son exclusivos de un área corporal, sino que están dentro de un hombre con cuerpo, mente y corazón".
3. El orgasmo no tiene que sobrevenir simultáneamente
Cierto. Cada quien tiene su ritmo y culmina en función de la intensidad de su excitación y estímulo, es decir, de su naturaleza. El orgasmo en tiempos diferentes (que él termine antes y ella después o viceversa) es tan natural como el despertarse según los ciclos individuales del sueño. Apreciarlo como un desajuste entre dos es un error estéril. Segnini aporta una sugerencia: "Se aconseja más bien que no traten de finalizar juntos como una meta. Si llega, bienvenido, pero no debe estimarse como un fin del acto sexual". En buena lid: complacerse por el orgasmo propio y el de la pareja indistintamente de la coincidencia del mismo.
4. La práctica sexual es perjudicial durante el embarazo
Falso. Si la gestación es sana (sin complicaciones) la mujer puede ejercer su sexualidad —sin problema alguno— durante los nueves meses (de hecho se sabe de mujeres encinta que por razones hormonales mantienen un deseo sexual activo). La clave para no dejarse gobernar por los miedos (la idea de un aborto espontáneo o maltrato del bebé) está en consultar al médico sobre la dinámica de las relaciones. Claro está, existen detalles sobre el asunto. Por ejemplo, si la barriga es muy grande, los expertos sugieren posiciones más cómodas para ella (penetración vaginal estando el hombre detrás de la mujer). Es cierto que en algunos casos los obstetras desautorizan los encuentros íntimos por riesgos clínicos del embarazo que, afortunadamente, no suelen ser frecuentes, pero si no hay contraindicaciones, el coito puede ser un "antojo satisfactorio" en la vida cotidiana de la mujer.
5. Masturbarse no significa que se esté insatisfecho
Cierto. Es posible que su ritmo sea mayor (desee tener sexo con más frecuencia) y se estimule los genitales como complemento. Contrario a lo que se cree, la masturbación no es sinónimo de falta de gratificación. De manera que no tiene porqué generar angustias o malestares en el otro, ni mucho menos debe considerarse una competencia; nada más equivocado, es sencillamente otra fuente de placer. A recordar: una relación es una suerte de sociedad donde se negocia y comparte —con libertad— el comportamiento sexual. "La autoestimulación —afirma Segnini— es normal y sana a cualquier edad. Forma parte de la vida de cada persona. Sí es un problema cuando un miembro de la pareja recurre a ella para sustituir por completo la práctica sexual".
6. La satisfacción sexual incluye el goce psicológico y sensorial
Cierto. El placer sexual implica un estado físico, psicológico, intelectual y espiritual; es decir, se compone de experiencias corporales y sensoriales. Tanto el hombre como la mujer, al momento del orgasmo, viven además de la expresión física de contracciones rítmicas en la zona pélvica, otras manifestaciones fisiológicas, así como sensaciones de satisfacción e intimidad durante todo el encuentro. La sexualidad es un universo multisensorial y de intercambios (caricias, besos, juegos, olores, miradas, cosquillas, masajes) que trasciende las fronteras de la penetración exclusivamente.
7. El sexo en la tercera edad no existe
Falso. Mientras haya salud, disposición y amor, la actividad sexual en los pares mayores es tan posible como satisfactoria. Si bien es más probable que uno de los dos (o ambos) padezca alguna enfermedad —que atente contra los acercamientos— eso no es equivalente al destierro de las veladas placenteras. La disfunción eréctil en ellos (por diabetes, hipertensión) y la inhibición del deseo sexual en ellas (por la menopausia y cambios hormonales) son las dos causas más comunes por las cuales la mayoría de las parejas longevas jubilan los encuentros en la cama. ¿Salidas? Sí, y muchas. Con un tratamiento médico adecuado —urólogo mediante, en el caso del hombre, y ginecólogo o endocrinólogo, en el de la mujer— y terapia sexual, es perfectamente viable restituir la gratificación.
8. Ciertas posiciones favorecen la procreación
Falso. Las posiciones sexuales no tienen ingerencia alguna ni en la posibilidad de procreación ni en la elección del sexo del bebé, pues depende únicamente de la capacidad reproductiva de los candidatos a gestantes: del encuentro exitoso entre un óvulo fecundo y un espermatozoide fértil. Se sospecha que esta idea devino en mito por las indicaciones que se les hacen a determinadas parejas (especialistas en fertilización que les aconsejan algunas posturas por razones médicas), cuyas recomendaciones se generalizaron y transmitieron de generación en generación.
9. Como no hay deseo, es que se fue el amor
Falso. La ausencia del apetito sexual no está vinculada —necesariamente— al desafecto sino a factores psicológicos (angustia, traumas, estrés, depresión, cotidianidad tediosa) y orgánicos (menopausia en el caso de ellas, y enfermedades físicas). Si a ver vamos, el trastorno del deseo sexual es una de las principales patologías en la mujer. "Hoy no, me duele la cabeza" es una frase emblemática que se asocia con esta inhibición. Cuando se está frente a esta realidad, es oportuno conversar y participar la falta de ganas para evitar acciones contraproducentes como el forzamiento de la intimidad que más bien contribuye a perpetuar el desánimo manifiesto. Segnini recomienda identificar el problema ("algo me está pasando") y acudir al profesional con el fin de analizar los orígenes del ayuno sexual.
10. En las parejas estables no hay riesgo de pescar una ETS
Falso. Es garantía en la medida en que los miembros sean absolutamente fieles y estén sanos (que no hayan adquirido un virus —en encuentros anteriores— que se manifieste clínicamente en la relación actual). De modo que es responsabilidad de cada uno realizarse pruebas de detección de enfermedades de transmisión sexual (ETS) conforme a su "conciencia sexual". ¿Preservativos? Los especialistas aclaran que si son monógamos no es necesaria la protección (a menos que se utilice como método anticonceptivo). "Los profilácticos —dice tajante Segnini— son obligatorios cuando se tienen encuentros íntimos fuera de la relación. Allí, ¡sí o sí, tienen que usarse!".